Un poco de mí, y cómo llegué hasta aquí
Nací en Bahía Blanca, Argentina, el 23 de febrero de 1982.
Ya desde muy pequeño le dije a mi madre que quería ser actor, y en mi ciudad no había cursos de teatro para niños de 5 años.
Entonces me enviaron a una escuela de actividades extraescolares artísticas: Dibujo, música, danza, y por supuesto, teatro.
Ahí abrí mi primera puertecita al mundo artístico. Aunque creo que fue abierta mucho tiempo antes, quizás antes de que naciera…
Pasé mi infancia y adolescencia entre varios grupos y escuelas de teatro infantil y juvenil, en el que el Teatro Poquelín es el que más guardo en el corazón.
Al acabar mis años en el instituto, la decisión era clara. Ir a Buenos Aires, a la Escuela Municipal de Arte Dramático.
Allí tuve mi primer encuentro con el Clown, y sinceramente, acabé con más preguntas que respuestas. Todo en orden.
Más adelante, me di una segunda oportunidad en un taller con Lila Monti.
Este encuentro ya fue un amor a primera vista, y lo recuerdo con mucho cariño.
En España hice cursos con Jesús Jara, Pep Vila, Fraser Hooper, Merche Ochoa, Caroline Dream, entre otros.
Aunque hay cuatro maestros que me marcaron personalmente:
Eric de Bont, Philippe Gaulier, Michelle Dellaire y Christine Rossignol.
Con Eric, descubrí el lado más poético, emocional y vulnerable del Clown, un profundo viaje hacia el interior para explotar y reconocer el payaso que llevamos dentro.
Al terminar, con otros amigos payasos, fundamos la asociación Clownidoscopio, y creamos algunos espectáculos de clown y teatro familiar, con los que viajamos por varias ciudades de España e Italia.
Unos años después, tuve una llamada para viajar a India, a participar en un proyecto de Clowns de Hospital para trabajar en los hospitales que gestiona la fundación Vicente Ferrer en Anantapur.
Allí, además de conocer personas estupendas, también me ocupé de impartir cursos de clown para los maestros culturales de la Fundación.
De regreso a Europa, participé en festivales en Croacia, Italia, Francia, Macedonia, Polonia, Argentina, y España, mientras continuaba formándome en este arte del payaso escénico que cada vez me enamoraba más.
Estuve algunos meses en Etampes, Francia, en la Eccole Philippe Gaulier haciendo los cursos Le Jeu i Clowns.
Mi experiencia allí fue intensa y reveladora.
Con Philippe, experimenté el poder del juego como motor creativo, el placer como base para la expresividad y motor del hecho teatral, y por sobre todo, la libertad del actor/actriz para que su Clown brille y el público lo amé.
Al regresar a España la vida me llevó rápidamente a Galicia.
Allí formé parte de la Asociación Manicómicos, un grupo de profesionales y apasionados por el Clown, el teatro y el circo, con quienes crecí muchísimo.
Colaboré en dos ocasiones en la producción y gestión del Festival de circo y teatro de calle que organizan cada verano en A Coruña y tuve la oportunidad de dirigir y crear la Gala Anual que llevan a cabo en el Teatro Rosalía de Castro.
Junto a los manicómicos, tuve el placer y la oportunidad de conocer la pedagogía de Michel Dallaire y Christine Rossignol.
El aprendizaje fue brutal...Los impulsos, el estado, el ritmo y el viaje emocional del propio Clown en el desarrollo de su expresión.
Una investigación muy cuidada y con mucha pasión sobre el arte del clown escénico que me cautivó.
Los años pasaron, y dicen que uno siempre vuelve al lugar donde amó la vida… y allí regresé.
Me dispuse a crear mi propia compañía y primer espectáculo unipersonal. Único.
Único me hizo crecer profesionalmente, a conocer el tejido cultural de las artes escénicas en España que con tanta dificultad, amor y pasión llevamos adelante el trabajo de construir sueños, emocionar, y crear mundos imaginarios en los teatros y en las calles.
Y hablando de sueños, de emocionar y de crear mundos imaginarios, creo profundamente que todos somos seres únicos, creativos y auténticos capaces de conectar con los demás y con nosotros mismos de un modo honesto y amable. De explorar nuestro ridículo y de aceptarnos tal como somos, y reírnos de ello.
Mamá, quiero ser actor
Nací un 23 de febrero de 1982. Era miércoles, y el sol brillaba en un típico día de verano en la costera ciudad de Bahía Blanca, Argentina.
Mi sol y luna en Piscis me hicieron cultivar, ya desde pequeño, un intenso mundo emocional, al que mi ascendente Aries sumó una profunda inclinación a la acción. Esta curiosa mezcla hizo crecer en mí una fuerte vinculación a las artes escénicas, y con tan solo 5 años le dije a mi madre eso de «quiero ser actor».
Por desgracia, en la ciudad que me vio nacer y crecer no existían cursos de teatro para niños tan pequeños, así que mis padres me enviaron a la Escuela Estética: un centro de actividades extraescolares artísticas donde pude abrir, al menos, una pequeña puerta al mundo teatral.
APRENDER A HACER TEATRO
Unos años después, a los 11, tuve la oportunidad de unirme por primera vez a un grupo de teatro: Los Saltimbanquis de Bahía Blanca. Durante los dos años que estuve con ellos pude experimentar lo que era crear un espectáculo desde cero. Aún recuerdo aquel momento en el que lo estrenamos en el Teatro Municipal, fue en aquel instante cuando mis pequeños pies comenzaron a caminar con seguridad y convicción.
Finalmente, dije adiós al grupo dos años más tarde. Y así fue cuando estuve todo un año sin hacer teatro (Sí, hacer teatro; porque, para mí, el teatro se hace, no se estudia). Probablemente el período más largo de mi vida sin disfrutar de mi verdadera pasión.
Pero el teatro continuaba ocupando un espacio muy grande en mi mente y en mi corazón. En plena adolescencia regresé al ruedo uniéndome a una nueva compañía para jóvenes que tenía como sede el Teatro Poquelín, un espacio icónico de mi ciudad en el que, sin apenas darme cuenta, comenzó mi formación profesional.
Con ese grupo viví numerosas aventuras: creamos espectáculos («Hamaquero», «Frondiales», «Jetatore en el sillón», «Chateros» …), los llevamos por teatros de toda la región, y hasta nos fuimos a Santiago de Chile, al Festival Internacional de Teatro Latinoamericano (ENTEPOLA). Fue una experiencia increíble, con la que crecí personal y profesionalmente.
Llegaron entonces mis 18 con una decisión muy clara en mente: irme a Buenos Aires a estudiar teatro. Así que me inscribí en la Escuela Municipal de Arte Dramático de la capital argentina. Fue allí donde tuve mi primer encuentro con el Clown, lo que me trajo más preguntas que respuestas. No entendía nada y terminé abandonando las clases.
Tras una pausa, durante la que estudié Antropología Teatral con el grupo El Baldío, decidí darle una segunda oportunidad a la disciplina que me había roto los esquemas. Me apunté a un curso intensivo de mi queridísima Lila Monti y me enamoré, por fin y hasta hoy, de este arte.
Lo que España me enseñó
Al terminar, tenía ya 25 años y decidí mudarme a España para profundizar aún más en ese nuevo lenguaje que tanto me apasionaba y aportaba. Fue, sin duda, un paso importante en mi vida y fundamental para mi carrera. Pasé por la Escuela de Clown de Barcelona, hice cursos con Jesús Jara, Pep Vila, Fraser Hooper, Merche Ochoa y Caroline Dream, entre otros.
Un año más tarde me mudé a Ibiza para estudiar en la Escuela Internacional Bont’s Clown School, donde descubrí el lado más poético, emocional y vulnerable de esta disciplina y viví un profundo viaje interior para reconocer al payaso que llevaba dentro.
Al finalizar esta formación, fundé una compañía junto a algunos de mis compañeros y creamos el espectáculo «Yuré, en busca del fuego», con el que viajamos por las Islas Baleares, Granada e Italia; y el cabaret «La Maleta de los sueños».
Viajes, maestros y “Manicómicos”
Mi inquietud por aprender y evolucionar no paraba de crecer. Pasados dos años me fui a la India con la Fundación Vicente Ferrer para participar en un proyecto solidario en hospitales. Conocí personas estupendas y compartí mis conocimientos con los miembros de la fundación, para que ellos mismos pudiesen continuar con la labor.
Al regresar a España me instalé en Barcelona, donde pude continuar desarrollando mi carrera como director con espectáculos propios de Clown y teatro callejero, solo y en compañía. Complementé esta etapa con infinitos viajes por el mundo. Actué en espacios escénicos y festivales de Croacia, Italia, Francia, Macedonia, Polonia, Francia, Argentina.
Pero el trabajo jamás cortó las alas a mis ganas de continuar aprendiendo. Durante estos años seguí formándome y así fue como conocí al maestro de maestros Philippe Gaulier. Me fui a Etampes, Francia, para hacer su escuela. Una etapa que marcaría mi vida para siempre. Con él experimenté el poder del juego como motor creativo, el placer como base para la expresividad y el hecho teatral y, sobre todo, la libertad del actor/actriz para que su Clown brille y el público lo ame.
Tras aquella experiencia tan enriquecedora regresé a España, y rápidamente la vida me llevó a Galicia. Allí formé parte de la «Asociación Manicómicos», un grupo de profesionales y apasionados por el Clown, el teatro y el circo, con el que crecí muchísimo profesionalmente: colaboré en dos ocasiones en la producción del Festival de Circo y Teatro de Calle de A Coruña y aprendí de primera mano la pedagogía de Michel Dallaire y Christine Rossignol, un enfoque detallista, cuidado y amoroso que me fascinó.
Uno siempre regresa al lugar donde fue feliz
Los años pasaron y, como dicen que uno siempre vuelve al lugar donde amó la vida, regresé de nuevo a Ibiza. Allí me dispuse a crear mi primer espectáculo unipersonal: “Único”
Formé un equipo creativo y de producción maravilloso (enlazar ficha técnica) y pude estrenarlo en la “Feria Fiet de Teatre Infantil y Juvenil de las Islas Baleares” gracias a la colaboración y financiación de IEB, CONSELL DE EIVSSA, AJUNTAMENT DE SANT JOSEP y SA XERXA entre otros.
“Único” me llevo a descubrir el mercado de las artes escénicas en España: los circuitos teatrales de cada comunidad, los dossiers necesarios para obtener financiación pública, las ferias de teatro… en definitiva, a conocer el tejido cultural que, con tanta dificultad y con tanta pasión creamos quienes buscamos construir sueños, mundos y emociones.
Y ahora, ¿qué?
El final de esta historia aún no ha llegado a su fin. Tras todas estas aventuras, siento la necesidad de posicionarme ahora en el rol de profesor para compartir lo aprendido.
Explorar con un grupo dispuesto a jugar, a conocer su verdad, descubrir su ridículo… es un viaje que me apasiona, pues creo profundamente que todos somos seres creativos capaces de conectar con los demás y con nosotros mismos de un modo honesto y amable.